
Estos équidos salvajes combinan belleza, resistencia y una estructura social compleja. Su capacidad de adaptación y su comportamiento en comunidad les permiten sobrevivir en complicados entornos de la sabana africana.
Reconocidas por sus distintivas rayas blancas y negras, estas, han sido objeto de múltiples hipótesis. Algunas explicaciones sugieren que pueden crean una ilusión óptica para confundir a los depredadores, otras afirman que las protegen de la mosca tse-tsé, y también hay quienes creen que ayudan a disipar el calor, actuando como una «persiana veneciana» natural. Sin embargo, lo que sí es un hecho comprobado es que las rayas sirven como identificación única, ya que cada cebra tiene un patrón exclusivo, similar a una huella dactilar.
Las cebras viven en manadas compuestas por grupos familiares liderados por un macho dominante, quien siempre está alerta ante el peligro. Durante las migraciones, la unidad del grupo es esencial para la supervivencia, ya que una mayor cohesión significa mejor protección frente a los depredadores. Si una cebra resulta herida, la manada reduce su ritmo de viaje o incluso la espera hasta que pueda continuar.
Aunque las cebras saben nadar, evitan hacerlo a menos que haya un fuerte incentivo, como la búsqueda de nuevos pastos o la atracción de una pareja en la otra orilla. Durante la estación seca, necesitan beber al menos una vez al día para mantenerse hidratadas. En cuanto al descanso, pueden dormir de pie en un estado de somnolencia ligera o acostarse para un sueño más profundo. Sin embargo, su descanso total no suele superar las tres horas diarias.
En el recinto que habitan en Cabárceno tienen como vecinos a los hipopótamos junto al gran Lago Sexta.