
Originario de las montañas de Cantabria, es un animal que refleja la naturaleza salvaje y resistente de la región. Descendiente del tarpán (Equus ferus), conserva en su esencia las características de los equinos primitivos. Su historia se remonta a los antiguos ponis celtas, traídos por los ingleses al norte de la Península Ibérica para trabajar en las minas.
Esta raza rústica, que se cría en condiciones de semilibertad, ha logrado sobrevivir y prosperar en un entorno montañoso y difícil. Su nombre proviene de la palabra local que hace referencia a su capacidad para moverse por los montes de la comarca. Su robustez es clave en las tareas de trabajo en las montañas, donde su habilidad para soportar condiciones extremas lo hace indispensable.
Este caballo es conocido por su carácter indómito y su temperamento arisco. A pesar de ello, es un animal social que establece fuertes vínculos con otros miembros de su grupo, como a través del aseo mutuo, una interacción que les permite favorecer no solo la cohesión del grupo, sino la estabilidad emocional y social de cada individuo dentro de la manada.
Desde 1996, se ha llevado a cabo un proyecto de recuperación de esta raza en el valle de Guriezo, y en el año 2000, se estableció un libro de registro genealógico para preservar la raza y asegurar su futuro.
En Cabárceno disponen de un gran recinto junto a otras dos especies autóctonas, las vacas monchinas y las vacas tudancas.