Hoy en día los équidos salvajes se han vuelto escasos. Sólo subsisten siete especies, entre ellas las tres de cebras de África.
Es el único representante del género equus que posee unas rayas tan características, acerca de las cuales hay varias teorías: unos sostienen que crean una ilusión óptica que confunde a sus depredadores a la hora de atacarlas; otros que las protege de la mosca tse-tse; y por último están los que creen que hacen la función de persiana veneciana, esparciendo el calor. Pero lo realmente cierto es que les sirven como identificación: las rayas que poseen en el hombro son las que las diferencian, sus «huellas dactilares».
La manada de cebras está formada por grupos familiares distintos, cada uno de ellos encabezado siempre por el macho dominante, que está alerta al peligro y no pierde de vista a su familia. Durante las migraciones, la cohesión del grupo significa una mayor protección ante los depredadores, por ello cuando una cebra está herida aminoraran el ritmo del viaje o incluso la esperan si es necesario.
Como todas las cebras, saben nadar, pero no le gusta nada hacerlo. Necesita una motivación especial para decidirse a atravesar el agua, como pastos suculentos o la presencia de una hembra interesante en la otra orilla.
Las cebras deben beber al menos una vez al día en la estación seca y entre las comidas dormitan de pie, en equilibrio sobre las cuatro patas y con la cabeza baja, o se acuestan para dormir de verdad. Estos sueños no suelen sumar más de 3 horas en un día.