Los leopardos persas (Panthera pardus ssp. Tulliana) poseen un color que varía desde el amarillo pálido al dorado intenso. Sus manchas características son un patrón único que identifica a cada ejemplar. Estas manchas están presentes en prácticamente todo su cuerpo.

En comparación al resto de leopardos, su cráneo es mucho más grande y potente, sus partas son cortas y poderosas para dar potencia y estabilidad a su fuerte cuerpo y su cola, que mide cerca del 75% de la cabeza y el cuerpo, es sumamente importante para dar equilibrio a sus movimientos.

La esperanza de vida del leopardo persa es de 10 a 15 años en la naturaleza, y hasta 20 años en cautividad.

Este gran depredador se alimenta de cabras, jabalíes, ovejas salvajes, ciervos, gacelas y hasta puerco espines.

Se encarama a árboles o zonas rocosas para poder divisar sus objetivos. Una vez seleccionada la presa, la acecha sigilosamente para saltar sobre ella una vez la tiene a su alcance.

El período de apareamiento del leopardo persa va de enero a febrero. En caso de tener éxito en la fecundación, la hembra pasa por un período de gestación de unos 3 meses.

Aunque lo normal es que una camada esté compuesta por tres cachorros, pueden tener entre 1 y 4 crías en una sola camada.

Aproximadamente al año y medio de vida, cuando los cachorros ya son independientes para sobrevivir por sus propios medios, abandonan a su madre para emprender una vida en solitario.

El leopardo persa o de Anatolia (Panthera pardus tulliana) está en peligro de extinción, con una población que sigue disminuyendo, a pesar de los esfuerzos de conservación. Las amenazas principales de esta pantera son la deforestación, la fragmentación del hábitat, la caza furtiva y la actividad humana en general.

Así, el Parque de la Naturaleza de Cabárceno, al recibir estos dos machos procedentes del zoo de Madrid, colabora con la protección y conservación de esta especie incluida en los programas EEP.